Entre los bebedores de pulque en la Ciudad de México se dice que el buen pulque proviene de Hidalgo, que lo producido en la capital es una porquería. Dicen que Apan es el pueblo hidalguense donde una de sus mayores atracciones y tradiciones es la producción de pulque. Sin embargo, al comenzar a indagar sobre el pulque de Apan me encontré con un relato de Susana V en la revista México Desconocido donde desmentía esta idea de que Apan era un pueblo, actualmente, extremadamente pulquero. Así que, en ves de comprobar lo dicho por Susana e ir a Apan a continuar mi investigación, me di a la tarea de buscar otra región del estado para comprobar la homogeneidad de la realidad pulquera. Y es así como llegué a la zona semidesértica de Hidalgo donde está fundado Tepeji del Río y fui testigo de la realidad del pulque.
Lo primero que me dijo Hector, joven de aproximadamente treinta cinco
años de edad oriundo de Tepeji del Rió, cuando le pregunté sobre
el pulque de está zona del Estado de Hidalgo fue que en el pueblo ya
no había pulquerías y que no seria tan fácil conseguir pulque
porque la gente, lo pocos tlaquiqueros que quedaban, solo raspaban
los magueyes para su consumo personal. Tal vez podría encontrar una
pulquería en el siguiente pueblo, pero él no estaba muy seguro de
que aún estuviera aquél lugar. Al escuchar esto pensé que mi viaje
terminaría pronto y me quedaría con la idea del pulque capitalino y
me perdería de la calidad famoso pulque hidalguense.
Luna, la gata de Hector |
Internos en la platica sobre los objetivos de mi investigación
Hector recordó que su madre aún compraba pulque. Automáticamente
ubicó quien se lo vendía y seguramente quien lo producía. Me
advirtió que si mi intención era ver el proceso del raspado del
corazón del maguey ese día, no era posible. Pues los tlachiqueros
trabajan temprano – cinco o seis de la mañana- y ya era casi
medio día cuando estábamos teniendo ésta charla. Sin embargo
Hector se apunto para llevarme con el tlachiquero y así, por lo
menos, no me fuera sin probar el pulque rural.
Mientras nos preparamos para irnos se me ocurrió preguntar sobre la
influencia de la cerveza u otras bebidas en el pueblo. Hector en un
principio parecía no entenderme. Así que le expliqué que en la
Ciudad de México la popularidad del pulque va en ascenso; que los
jóvenes son ahora los que abarrotan las pulquerías, beben pulque,
tocan su música en la rockolas y hasta llevan bandas de “rock
pesado” a tocar en vivo; crean organizaciones pulqueras, sitios
web, redes sociales referentes al pulque y hasta blogs. Asombrado
por mi información se dirijo hacia su esposa y dijo algo como: “
¿Ya viste?, ¡ dice que en México está subiendo la venta del
pulque !” Con un semblante , posiblemente de extrañeza o
decepción, regresó su mirada hacia mi y reiteró: “ Aquí pues no
hay ninguna pulquería, tal vez en el otro cerro, cruzando la
carretera, aquí los chavos beben ya pura cerveza.”
Después de subir caminando una cansada empinada llegamos, por fin, a la casa de doña “Vicky”. Tocamos un par de veces el timbre y nadie salió. Así que Hector expresó: “Casi no salen, siempre están en casa”. Sin decirme nada tomó camino, rodeó la casa y caminó entre unas cosechas secas, donde por las acequias no corría nada más que tierra. Lo seguí y llegamos a la parte de atrás de la casa donde habían unas pequeñas jaulas con patos , guajolotes; en unas más grandes, borregos. Muy pegado ahí estaba la parte trasera de otra casa. Hector se dirigió hacia una muchacha que tendía la ropa y preguntó algo. No logré ver ha donde se había ido la muchacha solo noté que en su lugar salió un hombre, de no se donde, casi de la misma edad de Hector. Se saludaron y Hector hizo el favor de presentarnos. Su nombre de aquel hombre era Amado. Hector le platicó Amado mis intenciones. Amado amablemente me hizo corroborar lo que Hector ya me había dicho: “Aquí no hay quien venda pulque, las pulquerías desaparecieron hace mucho casi todo el que se hace es para uso personal”. Caminando de regreso por las cosechas secas Amado me explicó, para ayudarme en mis dudas, que si al maguey le sale quiote – flor amarilla del maguey – no sirve, ya, para extraer aguamiel. Comentó que una manera de saber si un maguey debe usarse para extraer aguamiel es primero, considerar su edad. Si tiene entre cuatro y seis años ya está maduro; segundo, la otra manera, es viendo el corazón del maguey; pues si comenzaba hacerse pequeño significaba que esta listo para desarrollar quiote y, por lo tanto, dejar de ser útil para este proceso. Me explicó, también, que hay varios magueyes pulqueros y que la cantidad de aguamiel, en meses, varia depende de la especie; sin embargo, me aseguró que si se raspa en la mañana, en general, salen aproximadamente, de un maguey de tamaño promedio, unos ocho litros de aguamiel y por la tarde, como a las dos, ya esta de nuevo lleno el hueco con el delicioso y dulce líquido. El hueco se limpia raspándole y tirando a un lado del maguey los desperdicios.
Casa de tlachiquero - embaces de coca cola utilizados como acocotes. |
Yo, en el cenit de mi investigación |
Cuando tuve el jarro en mis manos y observé en su interior pude
comprobar lo que Hector y Amado me contaron en el trascurso de este
tiempo. Hasta el color del pulque parecía diferente de los pulques
que acostumbro a tomar en la ciudad. Los mosquitos ahogados eran ya
conocidos por mi, sin embargo la cantidad se excedía esta vez. Pero
faltaba conocer ese sabor y la consistencia que tanto presumían.
Incliné el jarro en mi boca, trague algunos moscos y la bebida me
embrujó con una serie de sensaciones que venían desde el roce con
mis labios, la fiesta de mi lengua, el derrame por mi garganta; hasta
caer en mi irritado estómago. Di unos dos tragos profundos y el
calor de la zona que amodorraba los sentidos se unía a mi ser de una
forma mágica. No desapareció, el trago solo me hizo comprender el
calor y aceptarlo como fuese. Nos unió. Hector y Amado me
preguntaron sobre el sabor y la consistencia. Tenían razón, este
pulque no era ni baboso, ni apestoso. “Muy bueno, contesté” No
me provocó angustia el hecho de darme cuenta que tal vez en
chilangolandia nunca he tomado pulque y solo me han creado una idea
de este. Sin embargo por el estado que me provocaba la bebida, de empatía y comprensión, llegué a
la conclusión de que un pulque no era bueno porque había una regla
para catarlo, sino por el disfrute de la compañía, la platica, el
ambiente que produce una bebida cargada de mexicaneidad. Me sentía completo. Decidimos comprar otro litro y copartirlo. Hector y Amado prometieron que en otra
ocasión, con más calma, me llevarían a ver el raspado del maguey y
que beberíamos mucho pulque junto los mejores curados de avena
conocidos por ellos.
El resto del día me la pase muy bien. Existía un deseo de seguir
bebiendo pulque más no llegaba a obsesión como muchas veces pasa
con otras bebidas alcohólicas. Conocí a más gente del lugar. Una persona en particular me comentó que no le gustaba el pulque aunque era muy apegado a las tradiciones y costumbres viejas del pueblo. El escaso litro que me bebí de pulque me llenó de energía y me dió
fuerza y tiempo para leer, de regreso a casa,un libro referente a mi
investigación. Ya en casa seguí con mis actividades pendientes. No
me sentí cansado en ningún instante, dormí hasta en la noche. Eso
si ,mi estomago fue quien tuvo mucho trabajo pero volvió a su
normalidad. Espero volver pronto a Tepeji del Río y toparme
con Hector y Amado para recaudar más información, en nombre de la
ciencia, para una gustosa investigación pulquera.